El equipo internacional de científicos, autor de estas investigaciones, sugiere que la actividad "post mortem" de los genes podrían utilizarse para estimar la hora exacta de la muerte de una persona. Una ayuda que podría, en algunos casos, resultar precisa para la policía científica. Para llegar a esto, los investigadores analizaron más de 7.000 muestras de 36 tejidos diferentes extraídos de 540 donantes fallecidos. Tenían la hora y fecha de la muerte, así como la de la extracción de cada donante. Las muestras de sangre que se recogieron antes y después también se recogieron y compararon.Según sus resultados, los cambios se produjeron entre siete y catorce horas después del fallecimiento y se establecieron pasadas las 24 horas. No obstante, estos cambios parece que varían de un tejido a otro.Al estudiar minuciosamente estos genes, el equipo consiguió concebir un modelo específico de cada tejido, capaz de analizar la actividad genética y sobre todo de deducir la hora de la muerte. Después de haber puesto a prueba su modelo en los sujetos seleccionados, los científicos llegaron a la conclusión de que se podría calcular con precisión cuando ocurrió la muerte, con un margen de más o menos diez minutos.